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La Dolorita: Una comunidad vulnerable en medio del apagón

Los apagones masivos que han ocurrido durante el mes de marzo en Venezuela, y específicamente en Caracas, produjeron fallas en el Metro que colapsaron aún más el ya deficiente transporte superficial, imposibilitaron realizar transacciones con la banca o conseguir efectivo, el surtido de combustible fue insuficiente para la demanda y en los centros de salud se agudizó la incapacidad para atender emergencias.

En los hogares los alimentos descompuestos por falta de refrigeración y los electrodomésticos dañados por las constantes fluctaciones del voltaje, fueron solamente algunos de los problemas que enfrentó una población que viene padeciendo los estragos de una emergencia humanitaria compleja que vulnera sus derechos de manera significativa.

Como parte de nuestro trabajo con mujeres de base, decidimos visitar el sector El Guamo, para conocer de cerca cómo vivieron estos apagones en la parroquia La Dolorita.

Al iniciar el grupo focal el clima estaba tenso, las mujeres muy desanimadas y entristecidas a consecuencia de una brusca toma de conciencia sobre la vulnerabilidad a la cual están expuestas.

Indicaron que las fallas en el servicio suelen suceder con frecuencia (manifestaron que por lo general la electricidad va y viene, con interrupciones cortas), y aunque experimentaron malestar, la tendencia en las primeras horas fue salir a la calle para conversar unas con otras esperando que regresara la energía eléctrica.

Reacción inicial

Esas horas iniciales sirvieron para conocerse entre vecinos y jugar en las calles principales. Entendieron que se trataba de un apagón generalizado en todo el país en la medida que transcurría el tiempo y con suma dificultad llegaban a sus casas quienes trabajan fuera del sector. Cada quien daba su versión del hecho, y presas de la desinformación, entraron en pánico muchas de ellas por creer que se trataba de un golpe de Estado. Muchas retiraron de inmediato de las escuelas a sus hijos que estudian en el turno de la tarde.

Alimentos para 24 horas

Estas son mujeres que viven el día a día, y de igual manera, resuelven día a día la provisión de alimentos para el consumo inmediato. Por esta razón ninguna de las presentes tenía alimentos que pudieran asegurarles un plato más allá de 24 horas. Los pocos que tenían fueron ingeridos el primer día para evitar la descomposición.

Los abastos cercanos permanecieron cerrados las primeras 48 horas por miedo a los robos. Al tercer día abrieron sus puertas, pero al igual que el resto del país, no tenían activos sus puntos de ventas, así que aceptaban solo efectivo y monedas extranjeras de baja denominación.

12 años sin agua

En el Guamo hace 12 años que no sale agua por los grifos, sobreviven por las entregas que realizan pequeñas cisternas que van muy esporádicamente, y con una toma de agua limpia (chorro) al que la colectividad le llama “El Pocito”, ubicado hacia la final de la calle principal.

Durante el apagón este chorro se convirtió en la única forma de obtener agua, al que acudieron incluso personas que residen fuera del sector, a tal punto que para llenar garrafas de cinco litros llegaban a las 5:00 de la mañana y salían sobre las 3:00 de la tarde; en su mayoría la carga de agua la hacían mujeres y niños. El miedo a la inseguridad por la presencia de personas extrañas al sector aumentó en medio de una tensa incertidumbre.

El miedo ante la oscuridad reinante

Los cuerpos policiales solo realizaron un recorrido en la zona de diez minutos la primera noche, y no para custodiar a los vecinos, sino a funcionarios de la gobernación que asistieron a revisar unas instalaciones eléctricas. Narraron con gran malestar las largas noches que pasaron despiertas, presas del miedo a ser víctimas de robos en medio de la oscuridad absoluta dentro y fuera de sus respectivas casas, dando contención a niños pequeños y sin dinero para comprar velas.

Ante cualquier ruido encendían lámparas improvisadas de aceite comestible y estopa, que daba iluminación, pero que no podían encender por mucho tiempo, ya que los niños se ahogaban con el humo.

Incomunicadas y sin efectivo

El transporte público quedó paralizado, entre tantas razones, por falta de gasolina. Al tercer día, comenzó a funcionar, pero nadie tenía dinero en efectivo para pagarlo. Además ninguna red de telefonía celular funcionaba. No podían comunicarse con sus familiares dentro o fuera del país.

El problema del efectivo es muy grave tanto en La Dolorita, como en el resto del país. Desde hace más de dos meses tampoco les aceptan los billetes de denominación inferior a diez bolívares soberanos. La mayoría de estas mujeres tienen pequeños fajos de billetes que nadie recibe, ni siquiera las agencias bancarias del Estado. Una de las mujeres manifestó: “Pronto los usaremos para jugar monopolio”.

Atención de emergencia

Durante esos días se presentaron emergencias domésticas que tuvieron que atenderse entre los mismos vecinos, como por ejemplo, suturas en la frente a un adulto mayor hechas por un enfermero, pero sin anestesia; fiebres altas de niños, diarrea y deshidratación.

Una comunidad desatendida

La narrativa de los días transcurridos sin servicio eléctrico refleja a una comunidad que estuvo absolutamente sola, desatendida por las autoridades, en medio de sus terribles circunstancias.