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Seamos portadores de sueños y esperanzas

La defensa de derechos humanos enfrenta en la actualidad grandes desafíos. Uno de los principales es lograr llegar con sus mensajes a muchas más personas. Es allí donde la integración de nuevos formatos y propuestas innovadoras se hace cada vez más necesaria.

En tal sentido, integrar el arte de escribir, bien sea narrativa o poesía, enriquece las estrategias de defensa, pues le suma el poder de la emoción y el alcance de la palabra. Narraciones hechas desde la empatía, historias contadas desde la visión de las víctimas, les abren las puertas a los lectores a realidades difíciles de contar. Pero además contribuyen a no olvidar, a exigir justicia, reparación y garantía de no repetición.

Además de la denuncia, la literatura permite contar historias de empoderamiento, esperanza y resiliencia. Estas nos conectan con el trabajo de defensa y promoción de los derechos fundamentales. Y sobre todo con la dignidad humana, base y esencia de los derechos humanos.

A través de la narrativa y la poesía se transmiten mensajes de aliento. Quienes los reciben tienen así la posibilidad de escoger no dejarse ganar por la desesperanza y trabajar por construir nuevas y mejores realidades.

Portadores de sueños

Precisamente, la escritora nicaragüense Gioconda Belli dejó plasmado en su poema «Los portadores de sueños» la libertad que tenemos todos los seres humanos de elegir cómo actuar, escogiendo entre ser portadores de sueños o destructores de esperanzas.

Los portadores de sueños son «hombres y mujeres que no soñaron con la destrucción del mundo, sino con la construcción del mundo de las mariposas y los ruiseñores».

Tal y como hacen las personas defensoras de derechos humanos, en el poema de Gioconda Belli los portadores de sueños «cultivaban jardines de sueños y los exportaban con grandes lazos de colores. Los profetas de la oscuridad se pasaban las noches y días enteros vigilando los pasajes y los caminos buscando estos peligrosos cargamentos que nunca lograban atrapar porque el que no tiene ojos para soñar no ve los sueños ni de día ni de noche».

Al igual que los portadores de sueños, las personas defensoras de derechos humanos también son consideradas peligrosas y atacadas por su labor. Sin embargo no cesan en su empeño por continuar ejerciendo su derecho a defender derechos. Siguen llevando a cuestas «peligrosos cargamentos» de solidaridad, empatía, compromiso y trabajo sin descanso en la búsqueda del bien común. Son personas resilientes, que deciden sostener la esperanza siempre viva ante la adversidad.