El diálogo se entiende como el proceso de interacción y comunicación entre personas que defienden unos intereses determinados, siendo un espacio que busca facilitar la transformación voluntaria de los objetivos iniciales, es decir, se trata de reducir el énfasis en la confrontación y de crear la seguridad de que las soluciones que finalmente se propongan darán satisfacción a todas las partes y no implicará la desaparición de ninguna de ellas.
La negociación no es un proceso que permita suprimir esas diferencias existente entre las partes, lo que en muchas ocasiones es imposible, sino que persigue reducirlas al máximo, buscando también el máximo de compatibilidades, ya sea dando visibilidad a aspectos no considerados, o cambiando posiciones y actitudes a lo largo del proceso que permitan diluir diferencias.
Sin embargo, para que el proceso de diálogo exista, debe realizarse un estudio de la situación o conflicto a solucionar. Dicho evaluación se realiza a través de cuatro condicionantes para declarar si hay lugar o no para la apertura de un diálogo.
- Cuando los conflictos son extremadamente complejos y prolongados en el tiempo.
- Cuando los esfuerzos por controlar o administrar el conflicto bilateralmente, es decir, por las propias partes contendientes, han llegado a un “impasse”.
- Cuando ninguno de los oponentes está dispuesto a seguir tolerando los costos crecientes de una escalada del conflicto.
- Cuando las partes contendientes están dispuestas a romper la situación de “impasse”, escogiendo un segundo mejor objetivo, es decir, cooperando de alguna manera o involucrándose en alguna comunicación o contacto,
Información tomada de “Construcción de paz y resolución de conflictos”, Carlos Sarti, 2011. Fuente: http://www.irenees.net/bdf_fiche-analyse-782_es.html