La solidaridad es muchas veces confundida con la caridad. Esta última está más relacionada con un sentimiento que impulsa a querer ayudar a las demás personas, especialmente a las más necesitadas, pero que no necesariamente se practica de manera horizontal, ni siempre implica ponerse en el lugar del otro, sino satisfacer un propósito personal. Mientras que la solidaridad es un valor que supone un apoyo incondicional, que va más allá de lo material, especialmente en situaciones difíciles como las emergencias humanitarias y los conflictos, e implica respeto mutuo, compromiso y protección.
Cuando practicamos la solidaridad trabajamos para reducir la desigualdad, proteger la integridad y la dignidad de las personas y alcanzar el pleno disfrute de los derechos humanos. La solidaridad conlleva dejar de lado la indiferencia hacia lo que ocurre aun en contextos muy lejanos a los nuestros, y comprender el sufrimiento y las necesidades de quienes atraviesan situaciones difíciles, aun cuando sean muy diferentes a las nuestras.
La gestión de las emergencias humanitarias y los conflictos desde la solidaridad se presenta como una oportunidad única para que el proceso de recuperación sea más sostenible e inclusivo. Por el contrario, un mal manejo de las políticas de ayuda podría establecer desigualdades entre la población atendida, o incrementar las ya existentes, anulando su potencial de beneficiar a quienes lo necesitan.
Las crisis de migrantes y refugiados son un claro ejemplo de cómo se pueden gestionar los recursos desde la solidaridad para mitigar los efectos de la movilidad humana forzada. Millones de personas se han visto en la necesidad de huir de Siria, Venezuela y Ucrania, por ejemplo, para encontrar entornos más seguros que les garanticen los recursos mínimos para su supervivencia.
Venezuela
En el caso de Venezuela, el número de personas refugiadas fue calculado por la Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela en 6,81 millones de personas para agosto de 2022.
Diversas iniciativas y programas alrededor del mundo agrupan a la sociedad civil y agencias internacionales, trasladando recursos para atender las necesidades más urgentes. Sin embargo, estos esfuerzos no son suficientes sin una acción solidaria y coordinada de los países de tránsito y destino para la atención, regularización y apoyo a la inserción de las personas que han tenido que salir de sus hogares dejando todo atrás.
Ucrania
Desde que estalló la guerra en Ucrania, más de 3,5 millones de personas han cruzado la frontera de Ucrania para escapar de la guerra y 6,9 millones son desplazadas internas, según cifras de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Muchas de estas personas se movilizan en condiciones especialmente vulnerables, como las personas mayores, con discapacidades, mujeres embarazadas y lactantes, niñas y niños. Quienes se quedan en el país enfrentan diariamente los horrores de la guerra, padeciendo además múltiples carencias ante la destrucción masiva de infraestructuras.
Sus necesidades más apremiantes son la asistencia médica, los servicios sanitarios y los recursos financieros para la subsistencia. La solidaridad con las personas de Ucrania debe centrarse en salvar vidas y atender sus necesidades más inmediatas que le permitan subsistir en un contexto tan adverso. También urge ayudar a las personas a lograr las condiciones que les permitan avanzar en el camino de la recuperación.
Vía de acción
La solidaridad es entonces una vía de acción para atender las necesidades inmediatas de las personas más vulnerables en un contexto específico, así como para brindar el impulso necesario para que puedan desarrollar sus capacidades y avanzar en la disminución de las desigualdades, la transformación de los conflictos y la construcción de una paz verdadera, con la determinación de las responsabilidades a las que haya lugar a través de un proceso de justicia y la necesaria reparación a las víctimas.
Tanto los países como las personas debemos unirnos en la exigencia del cese de las guerras y en un compromiso más activo de la comunidad internacional para la prevención de catástrofes humanitarias.