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La denuncia del autoritarismo y la arbitrariedad en las páginas de Doña Bárbara

“El mal es temporal, la verdad y la justicia imperan siempre”
“Doña Bárbara”
Rómulo Gallegos

En las obras de Rómulo Gallegos se vislumbran las ideas del autor para la consolidación de un Estado venezolano moderno y democrático, que dejara atrás la barbarie y el caudillismo.

En sus páginas hay una denuncia de los males sociales arraigados en todo el país. Un constante enfrentamiento entre el bien y el mal, y una vívida descripción de las pasiones y conflictos que viven sus personajes para no dejarse doblegar por las prácticas del autoritarismo y la arbitrariedad. Estas prácticas, en la novela «Doña Bárbara», están encarnadas en la protagonista del mismo nombre.

Otros personajes, como Ño Pernalete, jefe civil, y Mujiquita, un funcionario de la jefatura, representan la incompetencia, la corrupción y el frágil estado de derecho imperante en Venezuela durante el régimen de Juan Vicente Gómez, contexto histórico donde se desarrolla la novela.

Doña Bárbara es una novela realista, que describe de manera minuciosa la vida cotidiana en el llano venezolano, pero cuya intención va mucho más allá. Su finalidad es hacer una denuncia y lograr un cambio en la sociedad. Gallegos creía firmemente en el poder de la educación, la justicia y el respeto de las leyes como solución al caudillismo, y como vía para que Venezuela iniciara el camino a la modernidad y la democracia.

La crítica social en la literatura

Aunque su auge es posterior a la publicación de «Doña Bárbara», las novelas de crítica social han sido una herramienta para la reflexión y la denuncia. Corrupción, despotismo, latifundismo, falta de libertades, son temas constantes, que se mezclan con las historias de los personajes para visibilizar la realidad y tratar de impactar en el lector.

Es así como, en los momentos más convulsos de la historia latinoamericana, artistas e intelectuales reaccionaban frente a la violencia ejercida desde el Estado. Ante las injusticias, discriminaciones y desigualdades, la producción literaria reflejaba estos hechos y se hacía eco de la voz de las víctimas.

El arte de la escritura se convirtió así en un espejo, que permitía al lector ver los diferentes ángulos de la realidad que enfrentaban las naciones latinoamericanas en proceso de consolidación. Muchas de ellas atravesaban regímenes dictatoriales, y otras tenían incipientes democracias, pero no habían logrado erradicar prácticas perniciosas del pasado. El compromiso iba más allá de denunciar los problemas sociales, económicos, culturales y políticos, sino que en muchos casos se sumaron a los relatos personajes que encarnaban los valores que permitirían alcanzar una sociedad más justa e igualitaria, como es el caso de Santos Luzardo en «Doña Bárbara», quien representa la civilización, el progreso y la esperanza.