La juventud ha enarbolado con valentía y entusiasmo las banderas de las más diversas causas alrededor de todo el mundo. La paz es una de ellas.
La inclusión de los jóvenes en los procesos de paz permite reforzar las relaciones positivas entre las partes que buscan la transformación del conflicto. Además, la juventud aporta puntos de vista e iniciativas innovadoras para la construcción de la paz.
Pero a menudo las necesidades de las personas jóvenes han sido dejadas de lado y su presencia no ha sido garantizada en los centros de toma de decisiones, ni en los espacios de diálogo y negociación para la resolución de conflictos. Esta es una deuda que persiste a pesar de los esfuerzos por amplificar sus voces y asegurar su representación.
La falta de oportunidades para estudiar y capacitarse, las barreras para el acceso a un empleo digno y los estereotipos y narrativas que asocian a los jóvenes con actitudes y acciones violentas contribuyen también a su marginación.
En el caso de las mujeres jóvenes se suman los estereotipos de género que dificultan su participación plena y en condiciones de igualdad en los procesos de paz, a pesar de los diversos roles que las mujeres han ocupado durante los conflictos y la afectación diferenciada y desproporcionada que estos tienen sobre ellas.
La inclusión de la perspectiva de las mujeres jóvenes puede conducir a alcanzar una paz más duradera. Cuando se les excluye, se limita su acceso a las oportunidades de recuperación, a la justicia por las violaciones de sus derechos y a participar en la prevención de futuros conflictos.
Esto se ha agudizado con la pandemia de COVID-19, que, si bien ha aumentado las vulnerabilidades de toda la población, ha tenido un gran impacto en la continuación de los proyectos de vida de las personas jóvenes. Sin embargo, la enorme capacidad de recuperación de la juventud, así como su resiliencia, se ha manifestado en la forma decidida y creativa como han aplicado estrategias de reacomodo a las nuevas realidades que trajo el aislamiento social. Además las capacidades de adaptación y de aprendizaje de las nuevas tecnologías les ha abierto a los jóvenes nuevos espacios para el ciberactivismo por la paz y los derechos humanos.
“El potencial de la humanidad para crear un futuro pacífico y próspero no se alcanzará mientras las desigualdades y la discriminación contra los jóvenes sigan siendo un lugar común, y la juventud carezca de oportunidades para que se escuchen sus voces”, señaló Tijjani Muhammad-Bande, expresidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas en el año 2020 con motivo del Día de la Juventud. Este es un llamado urgente a reflexionar a y tomar medidas para mejorar la representación y la participación de la juventud en los espacios de toma de decisiones que les afecten.
A pesar de la exclusión de la que son víctimas, es evidente el potencial de la juventud para trabajar a favor de la paz a nivel local, nacional y global. Su participación es clave además para la recuperación de los valores democráticos, para incentivar la buena gobernanza y exigir la transparencia institucional.
Son los jóvenes quienes están más dispuestos a respetar la diversidad de opiniones, a reconocer al otro con todas sus potencialidades, a trabajar en experiencias transformadoras de las realidades que viven diariamente, formándose como agentes de cambio para trabajar por la construcción de sociedades más justas, plurales, solidarias y libres de violencia.
Debe dejar de verse a las personas jóvenes solo como beneficiarias de los procesos de paz, sino como parte activa e imprescindible de los esfuerzos para la prevención de los conflictos y para la construcción de una paz positiva.