Los movimientos feministas han difundido con éxito la idea de la necesidad del empoderamiento de las mujeres y han logrado impulsar políticas públicas, acciones gubernamentales e internacionales y cambios legislativos y políticos tendentes a lograrlo. Así, el empoderamiento forma parte de la agenda política de las mujeres. Más aún, cada vez más mujeres nos movilizamos en todo el mundo de manera individual y a través de nuestras organizaciones y redes para lograr nuestro empoderamiento. Por eso necesitamos saber con precisión el significado que le damos nosotras.
La palabra empoderamiento viene del inglés empowerment y significa facultarse, habilitarse, autorizarse.
Los movimientos por los derechos civiles y por los derechos humanos, así como los movimientos feministas desde una perspectiva de género han utilizado esta palabra para explicar que quienes están sometidos a diversas formas de opresión requieren poderes para hacerle frente y que dichos poderes sean interiorizados y formen parte de su propia subjetividad y de su manera de ser y de existir.
Aplicado desde el feminismo a la condición y la situación de las mujeres, el empoderamiento consiste de manera literal en el proceso a través del cual cada mujer se faculta, se habilita y se autoriza. Esto es relevante debido a la constante desautorización de las mujeres y a las dificultades que el mundo nos presenta para habilitarnos, es decir para capacitarnos, sentirnos y ser capaces, y para facultar, es decir para tener la facultad o el poder de hacer cosas y de vivir con autoridad, es decir valoradas y reconocidas.
En la cultura el empoderamiento se concreta en el cambio de las mentalidades colectivas de mujeres y hombres y en los discursos y las prácticas de instituciones sociales, civiles y estatales. El cambio está cifrado en la aprobación y el apoyo al avance legítimo de las mujeres y de nuestras aspiraciones al desarrollo, al bienestar, a la participación y al goce de nuestros derechos y libertades.
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