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Lección de paz: Filipinas

Ilustración: Daniel Hernández García

El clamor de millones de filipinos, junto a la participación decidida de organizaciones de la sociedad civil y la iglesia, produjeron un movimiento no violento entre el 22 y el 25 de febrero de 1986 conocido como la Revolución EDSA, o Revolución del Poder del Pueblo, que culminó con la salida de Ferdinand Marcos, quien quiso mantenerse en el poder violando los derechos de la población.

Aunque estas protestas tuvieron su punto culminante en estas fechas, realmente comenzaron a gestarse desde el año 1983, y se caracterizaron por la resistencia pacífica de los civiles ante un régimen violento, acusado de fraude electoral.

Este movimiento también fue conocido como Revolución Amarilla, por el uso de cintas de este color en las manifestaciones ocurridas tras el asesinato de Benigno Aquino, un exsenador que regresó del exilio para intentar convencer al dictador de renunciar.

Su muerte ocasionó que la oposición moderada de Filipinas se activara, enfrentándose a Marcos, quien se mantuvo en el poder por veinte años, desde 1965. Durante su gobierno hubo cientos de miles de asesinatos, detenciones arbitrarias y torturados por razones políticas. La viuda del exsenador, Corazón Aquino, alcanzó la presidencia tras liderar un movimiento opositor que utilizó el lenguaje de paz para ganar apoyos entre los disidentes.

Contexto

Marcos llegó al poder por la vía electoral tras derrotar al entonces presidente Diosdado Macapagal, pero pretendió permanecer gobernando con la aplicación de una política represiva. Para la década de 1970, el país había alcanzado una cierta estabilidad y crecimiento económico, pero Marcos no contaba con apoyos importantes en la sociedad filipina. La oposición era perseguida y encarcelada, el Parlamento fue desmantelado, la corrupción imperaba, hubo varios procesos electorales cuyos resultados fueron considerados fraudulentos y se produjeron ataques a los medios.

Desde 1972 y hasta 1981 rigió en el país una Ley Marcial, impuesta como una vía para perpetuarse en el poder, pues su mandato expiraba en 1973. La única oposición relevante al régimen apostaba por una insurgencia secesionista, y estaba representada por una guerrilla violenta, que ganaba cada vez más apoyo frente a oposiciones no insurgentes, que no eran consideradas una opción real para alcanzar el fin de la dictadura.

Para 1978 se produjo el llamado a unas elecciones parlamentarias, y aunque la oposición moderada participó, el proceso fraudulento sirvió para consolidar el régimen de Marcos. Se suceden una serie de hechos violentos en protesta por los resultados y sus impulsores son perseguidos, e incluso Estados Unidos los declara terroristas. Las violaciones a derechos humanos se agravaron y la mayoría de los dirigentes opositores fueron detenidos.

La Ley Marcial se levanta en 1981, pero Marcos reserva para sí poderes especiales para gobernar por decreto. En las elecciones presidenciales de junio de ese año muchos sectores de la oposición deciden no participar y el dictador se declara ganador.

En 1982 Marcos enferma y se comienza a plantear en el país el tema de la sucesión política. El asesinato de Benigno Aquino en el aeropuerto de Manila en 1983, un dirigente opositor que intentó mediar ante Marcos para que dejara el poder, se convirtió en el detonante de un movimiento de resistencia civil. Aquino había estado preso desde 1972 hasta 1980, cuando se le permitió salir al exilio tras sufrir un infarto. Estando en prisión fundó su partido político, Lakas ng Bayan, conocido como Laban.

Para 1984 se realiza la convocatoria a unas elecciones parlamentarias. Marcos intenta dividir nuevamente a la oposición con esta elección. La oposición moderada se une y llama a boicotear el proceso. Corazón Aquino, viuda del exsenador, apoyó la participación de un grupo de opositores, que finalmente logran ganar un tercio de los escaños en disputa a pesar de la represión, el fraude y el control ejercido por Marcos sobre los medios de comunicación.

Tras estas elecciones, la oposición filipina inicia la conformación de una alianza en contra del régimen dictatorial. En 1986 Marcos llama a elecciones presidenciales adelantadas. Corazón Aquino se presentó como candidata, encabezando la alianza opositora “Organizaciones Democráticas de Nacionalistas Unidos (UNIDO), tras la renuncia del senador Salvador Laurel a la candidatura.

Aquino recibe el apoyo tácito de un sector de los militares conocido como “Reform de Armed Forces Movement” (RAM) que está dispuesto a dar un golpe. La comisión electoral anuncia la victoria de Marcos en un proceso caracterizado por el fraude, la compra de votos, la violencia y la intimidación. Recrudece el uso de la fuerza contra la oposición.

La presión social y la desobediencia civil aumentan tras el anuncio del resultado del proceso electoral. Millones de manifestantes permanecen en las calles. La cantidad de militares desertores aumenta. La Iglesia declara que Marcos había perdido el derecho moral a gobernar y Estados Unidos le retira su apoyo.

El 23 de febrero Marcos moviliza tanques por las calles de Manila. La mayoría de las protestas se concentran a lo largo de la Avenida Epifanio de los Santos, ubicada en la zona metropolitana de la ciudad, que es conocida popularmente como EDSA. La población se enfrenta a los vehículos blindados enarbolando carteles con mensajes exigiendo la salida de Marcos. El 25 febrero los soldados de Marcos disparan a los desertores. Tras una consulta con su ministro de trabajo que se encuentra en Washington, el dictador decide huir del país. Corazón Aquino es proclamada legítima presidenta de Filipinas.

El lenguaje de paz permite alcanzar los objetivos

La lucha no violenta fue determinante para la caída de la dictadura, a pesar de que se apostaba a una salida por la vía de la lucha armada, siendo la opción que parecía tener más posibilidades de alcanzar el fin del gobierno de Marcos.

Pero la capacidad de la oposición moderada de contener a las fuerzas violentas, y de reorganizar los apoyos en torno a una opción pacífica que resultara atractiva para los desertores del régimen, fue fundamental para construir un movimiento civil estratégico, apartándose de la lucha sangrienta de más de una década contra Marcos que había impulsado la guerrilla musulmana.

Los medios de comunicación y la iglesia, dirigida por el cardenal Jaime Sin, jugaron un papel fundamental en este proceso. Los llamados a la unión de quienes adversaban a Marcos, utilizando un lenguaje no violento, se sucedieron durante días, movilizando a millones de personas y visibilizando el descontento masivo.

Precisamente el 16 de febrero de 1989 Corazón Aquino lanza una campaña de desobediencia civil no violenta, y aproximadamente dos millones de personas se reunieron en un parque público a escucharla. El llamado de Aquino a boicotear a periódicos, bancos y empresas que apoyaban a Marcos tuvo éxito, produciéndose el desplome de los mercados de valores, pérdidas en los bancos y en las empresas leales al régimen, incrementándose las deserciones. Aumentan los llamados por radio y en templos religiosos a la protesta pacífica.

Como parte de esa campaña, Aquino se dirige a la población haciendo un llamado a la no violencia: “Hemos recuperado nuestras libertades, nuestros derechos y nuestra dignidad con mucho coraje y, gracias a Dios, con poca sangre. Exhorto a la gente a mantener el espíritu de paz mientras eliminamos los últimos vestigios de tiranía, a ser firmes y solidarios. No caigamos, ahora que hemos ganado, al nivel de las fuerzas del mal que hemos derrotado”.

Las manifestaciones populares masivas convocadas con un lenguaje no violento, que surgieron después de un complejo proceso de construcción de alianzas políticas entre sociedad civil, la Iglesia católica, el sector empresarial y algunos desertores, logran el objetivo de alcanzar el cambio social y político anhelado por los filipinos.