A pesar de los avances realizados en la aplicación del principio de la responsabilidad de proteger, la acción de la comunidad internacional sigue siendo insuficiente cuando se trata de las cuestiones más importantes: la prevención del genocidio, los crímenes de guerra, la depuración étnica y los crímenes de lesa humanidad y la protección de las poblaciones vulnerables. Las tendencias sobre el terreno siguen yendo en la dirección equivocada y son los civiles quienes pagan el precio con su vida. Este problema no obedece a que el principio sea débil o erróneo sino a que la comunidad internacional no lo ha llevado a la práctica con determinación suficiente y ha permitido que desacuerdos sobre el pasado predominen sobre la unidad de propósito en el presente.
Cuesta mucho más recoger los restos después de una crisis que prevenirla. Por lo tanto, una prevención efectiva de la atrocidad debe situarse en el contexto de la labor más amplia de la comunidad internacional para prevenir crisis y sufrimientos. Las condiciones en que tienen lugar las atrocidades no deberían siquiera plantear se jamás. En el ínterin, sin embargo, hay que hacer todo lo posible por ayudar a los países a evitar los crímenes atroces y, entre otras cosas, mejorar los sistemas de alerta temprana y pasar con mayor rapidez de la alerta a la adopción temprana de medidas. Para ese fin, en el presente informe se indica cómo pueden mejorarse más la alerta temprana y la evaluación y se esboza una triple estrategia para reforzar la adopción temprana de medidas: en primer lugar, pasar revista a la capacidad de prevención existente y, cuando sea necesario, reforzarla; en segundo lugar, seguir promoviendo la rendición de cuentas para prevenir atrocidades y, en tercer lugar, utilizar todos los recursos disponibles para hacer frente a éste, que es el más apremiante de todos los problemas.
En el Documento Final de la Cumbre Mundial 2005 (resolución 60/1 de la Asamblea General), los Estados Miembros convinieron en que cada Estado era responsable de proteger a su población del genocidio, los crímenes de guerra, la depuración étnica y los crímenes de lesa humanidad y que la comunidad internacional, según procediera, debería alentar y ayudar a los Estados a ejercer esa responsabilidad y ayudar a las Naciones Unidas a establecer una capacidad de alerta temprana. En el presente informe se indican cómo pueden las Naciones Unidas y sus asociados colaborar para prevenir mejor los crímenes atroces.
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