Los conflictos han estado siempre presentes en el mundo a lo largo de la historia. Algunos se mantienen a pesar de los esfuerzos por resolverlos y otros han emergido recientemente, como es el caso de la guerra en Ucrania.
En algunos casos, como en el de Venezuela, aunque no hay un enfrentamiento armado, tenemos un sistema inherentemente conflictivo que tiene sucesivos episodios de enfrentamientos, según lo explica la corriente de la transformación propuesta por el sociólogo John Paul Lederach.
Lederach ha estudiado y analizando las experiencias de Colombia, Nepal, Nicaragua, Filipinas, Kenia e Irlanda del Norte, entre otras. Esta corriente de transformación de los conflictos dentro de los estudios de paz permite una mejor comprensión de las dinámicas del propio conflicto y de las estrategias para la construcción de paz.
Para comprender de qué se trata la transformación del conflicto, primero debemos romper con el paradigma que ve la paz absoluta o la ausencia de hostilidades como la solución a la que todo sistema en conflicto debe aspirar. Por el contrario, la paz es un proceso dinámico que incluye el reacomodo de estructuras y la posibilidad de alcanzar acuerdos parciales sobre determinados temas que faciliten la redefinición del conflicto.
En este proceso de transformación, el primer paso es que los actores del conflicto decidan sentarse y lograr esos acuerdos, aunque sean parciales, sobre los aspectos más urgentes del mismo, no esperando que la única solución sea el fin definitivo del conflicto, sino buscando su redefinición, y comprometiéndose a cumplir con los acuerdos parciales pactados. En la transformación de los conflictos la mediación y el diálogo son herramientas fundamentales para lograr el consenso, a pesar de los problemas previos.
Con la transformación se busca un cambio positivo en las estructuras sociales que sostienen la continuación del conflicto. Esto requiere plantear propuestas creativas, incluyentes y justas para las partes, que sean el resultado del trabajo coordinado de individuos, organizaciones de la sociedad civil y autoridades. Estas propuestas de acuerdos que se vayan a plantear y a considerar deben estar basadas en el respeto a los derechos humanos y deben potenciar los cambios necesarios en diferentes niveles para que el conflicto se transforme, se produzca el proceso de reacomodo y se generen infraestructuras de paz.
Para ello, debemos abandonar la perspectiva de una resolución de conflictos donde la meta es la total ausencia de hostilidades y donde se replique el paradigma de “vencidos” y “vencedores”, y cambiarla por una visión de transformación, de un proceso de cambios incluyentes para todos los involucrados, que promuevan el bien común por encima del beneficio de unos pocos. Y comprender además que no se trata de un proceso acabado, sino en constante evolución y que puede haber retrocesos en el camino.
Lecciones de paz
Los procesos de paz en varios países nos han dejado lecciones de transformación de los conflictos.
El Salvador
En el caso de El Salvador, un histórico acuerdo de paz firmado en 1991 en Ciudad de México, puso fin a más de una década de guerra entre el gobierno y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).
La inestabilidad política que caracterizó a esta nación centroamericana durante los siglos 19 y 20 dio pie a una sucesión de pugnas caudillistas y gobiernos militares, que generaron profundas desigualdades socioeconómicas. No hubo un gobierno plenamente democrático antes de la firma de este acuerdo de paz, en el cual el jurista y defensor de derechos humanos venezolano, Pedro Nikken, tuvo un papel fundamental.
La negociación fue clave para el éxito del proceso de paz. La movilización sostenida de sectores populares y de los trabajadores presionó al Estado para alcanzar acuerdos con la guerrilla. La iglesia también hizo llamados vehementes a favor del diálogo y al entendimiento. El proceso de negociaciones buscaba un acuerdo de paz que se dirigiera no sólo a terminar la guerra, sino a erradicar sus causas.
El acuerdo final contempló reformas constitucionales profundas sobre diversos temas. Entre ellos la tenencia de la tierra, los sistemas judicial, militar y electoral, y los derechos humanos. Además, se creó una Comisión de la Verdad para investigar los hechos más graves de violencia, que dejaron más de 75 mil muertos.
Guatemala
Las desigualdades socioeconómicas en Guatemala impulsaron el surgimiento de la lucha armada entre las llamadas fuerzas de autodefensa, conformadas por grupos paramilitares y la guerrilla. Pueblos completos fueron arrasados durante el conflicto y miles de guatemaltecos se vieron obligados a abandonar su país, tras ser amenazados por el Escuadrón de la Muerte y el Ejército Secreto Anticomunista.
Tras años de gobiernos autoritarios, el presidente Vinicio Cerezo se enfocó en la reinstitucionalización democrática de Guatemala. Su liderazgo para encaminar las negociaciones permitió poner fin a 36 años de enfrentamientos que dejaron un saldo de 250 mil víctimas. Cerezo también convocó a los mandatarios de El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica en la búsqueda de una verdadera integración centroamericana. Promovió la firma de los Acuerdos de Esquipulas que buscaban estabilizar a una región que se desangraba por los conflictos armados.
Polonia
Polonia fue el primer país excomunista que transitó hacia la democracia a través de un proceso de negociación. Las acciones no violentas de la sociedad civil polaca, en especial del sindicato Solidaridad, encabezado por Lech Walesa, le permitió ganar el apoyo de la población, que exigió sus derechos por vías pacíficas, hasta lograr el cambio esperado.
El país estuvo durante décadas bajo el férreo control de la Unión Soviética. El establecimiento de un Estado de terror produjo un descontento social creciente y una fuerte inestabilidad económica. La resistencia civil no violenta se puso en práctica a través de diversas acciones, como manifestaciones pacíficas, protestas simbólicas y la aparición del sindicato Solidaridad, que aglutinaba a diversas plataformas civiles, y derivó en un amplio movimiento social, que impulsó negociaciones que condujeron a unas elecciones parlamentarias semi-competitivas, donde el Partido Comunista perdió todos los escaños.
Tras un intento de formar un gobierno de entendimiento con Wojciech Jaruzelski a la cabeza, se eligió a Tadeusz Mazowiecki como primer ministro, conformando el primer gobierno no comunista. El régimen comunista se disuelve de manera pacífica y en 1990 se realizan elecciones presidenciales donde resulta ganador Walesa.
Kenia
Tras su independencia en 1963, Kenia estuvo bajo el mandato de regímenes autoritarios, que manejaban los recursos del Estado como bienes patrimoniales. La represión a la oposición era constante y los sucesivos procesos electorales que fueron convocados no consideraron como competitivos. Además, las organizaciones de la sociedad civil denunciaron los resultados como fraudulentos.
Una alianza política, establecida tras un trabajo complejo de negociación, permitió que el ala moderada oficialista y la oposición fueran a unas nuevas elecciones presidenciales con un candidato único, y bajo condiciones que fueron consideradas justas por los observadores nacionales e internacionales. El seguimiento y denuncia previa que hicieron las organizaciones de las prácticas de fraude y la participación de decenas de observadores en el proceso electoral evitó que el presidente Daniel Moi, que estableció por más de una década un sistema de partido único, se proclamara nuevamente ganador en Kenia.
La transformación del conflicto es, entonces, una gran oportunidad para que se produzca un cambio positivo, que responda a las necesidades de la población, en el camino de una sociedad más justa y humana.