En Venezuela, en medio de la emergencia humanitaria compleja, con los retos propios de la pandemia, un sistema educativo deteriorado y sin recursos, y una precaria conectividad, la educación virtual es una quimera. En estas condiciones el riesgo de deserción escolar aumenta significativamente.
La realidad de La Dolorita
En la parroquia La Dolorita la situación se agrava por el desmejoramiento de los servicios públicos, la inseguridad alimentaria en los hogares y, en general, la degradación progresiva de las condiciones de vida.
El agua potable tiene 14 años que no llega por las tuberías a los hogares. Para obtenerla hay que llegar hasta un pozo de agua, que no está a nivel de la calle, sino descendiendo por escaleras de tierra, cavadas por quienes viven en la parroquia, en un terreno en declive de aproximadamente 30 metros. Y son las mujeres, niños y niñas quienes realizan este recorrido a diario, con latas de 8 litros que tienen que llevar llenas de regreso a sus casas.
El 70% de las viviendas está conectado con el alumbrado público; lo que facilita que el corte de la energía eléctrica sea utilizado como medio de control policial. La población, al vivir en zonas de alta peligrosidad, y en medio de la obscuridad, no tienen otro remedio que encerrarse en sus viviendas bajo llave, ya que tras el corte, suelen apersonarse funcionarios de un cuerpo policial caracterizados por la violencia institucional en su entrenamiento.
En una exploración de seguridad alimentaria en nuestros grupos de trabajo y sus familias, realizada junto a las animadoras sociales que hemos formado en el sector, hay resultados que sorprenden: El 83,3% de las encuestadas manifestó que en el último mes estuvieron preocupadas más de 10 veces por la posibilidad de quedarse sin comida en casa. Este porcentaje refleja que, de las 143 mujeres respondientes, 134 tienen esa preocupación, y representa que el 93,8% de las mujeres viven con esa preocupación diaria. Así mismo, el 87,6% manifestó que no han podido consumir alimentos saludables y nutritivos en el último mes. Además, el 45% de las mujeres entrevistadas como mínimo 4 veces al mes han tenido que dormir con hambre, porque no había suficiente comida.
Detectando necesidades
En más de tres años que tenemos desde el Centro de Justicia y Paz (Cepaz) trabajando en la parroquia, progresivamente vamos detectando necesidades estratégicas, con miras a lograr el acompañamiento, coordinación y fortalecimiento de agrupaciones de mujeres, con enfoque de derechos humanos y hacia el desarrollo de una cultura de paz en la parroquia.
Por ejemplo, los cuidados del hogar, que ya de por si pesaban desproporcionadamente sobre las mujeres adultas, ahora son también una tarea de adolescentes y niñas. «Las niñas tienen que ayudar a mamá en los quehaceres del hogar», es una frase que hemos escuchado repetidamente.
Las madres y animadoras sociales del barrio han notado que las niñas están dispersas, desmotivadas y demandan más atención. Sus necesidades han cambiado, porque se sienten menos seguras de la evolución del propio aprendizaje, por las dificultades que comporta la educación con periodos de distanciamiento.
La ilusión por estudiar
Es por ello que con el apoyo de Voto Joven e Ideal Ucevista hemos desplegado en la comunidad una experiencia piloto, las mentoras en sororidad, para intentar actuar antes de que la deserción escolar se produzca.
Estamos detectando cuántas niñas tenemos en el barrio entre 8 a 15 años, con disponibilidad de contacto vía WhatsApp, y que requieran apoyo. Queremos que ellas cuenten con muchachas jóvenes universitarias que sean sus referentes. Muchachas activas, autónomas, estudiando una carrera universitaria.
La idea es impulsarlas a que sientan ilusión por estudiar y mantenerse insertas en el sistema educativo. Buscamos adolescentes empoderadas, centradas en una vida mejor, resistiendo y aprendiendo actitudes resilientes. Para eso, junto a las mentoras en sororidad, empezaremos a apoyarlas como “acompañantes socio afectivos y cognitivos”.
Una niña, una mentora
A través de jóvenes universitarias queremos establecer una relación de pares, una niña/una mentora, en la que se transmita sensación de confianza, percepción de ser escuchadas y comprendidas, en un ambiente de estímulo y positivismo.
Adicional a ello, realizar cualquier acción que implique contribución cognitiva, como alcanzarles algún material ubicado en la red para apoyarlas en sus trabajos escolares, o simplemente dar cualquier orientación general, que no implique trabajar en el lugar de ellas, sino generarles la sensación de control, a través de que se hagan responsables por su proceso de aprendizaje y los resultados de dicho proceso.
Prevención del abandono escolar
La mentoría ha conquistado espacios en el ámbito de las instituciones de educación como un complemento eficaz en los procesos de prevención del abandono. Es una estrategia que permite acercar los beneficios de un acompañamiento guiado para favorecer la adaptación e integración al contexto y promover la prevención frente al abandono en la educación.
Para cada niña esperamos tener una amiga mentora, que favorezca la motivación, la participación en actividades escolares y contribuya a fomentar la autonomía progresiva de estas. No obstante, sabemos que establecer el vínculo no es tarea fácil, pues requiere de tiempo, involucramiento y frecuencia periódica. Eso formará parte del voluntariado que asumimos todas de ahora en adelante por estas niñas.