Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

Cada 23 horas hubo una acción femicida en Venezuela durante el mes de agosto

El Observatorio Digital de Femicidios del Centro de Justicia y Paz (Cepaz), documentó 24 femicidios consumados y 7 en grado de frustración del 1 al 31 de agosto de 2023. En promedio hubo una acción femicida en Venezuela cada 23 horas. Según los datos aportados por los medios digitales, 4 niños y niñas quedaron huérfanos. Dos niños presenciaron la muerte violenta de su madre.

Este es uno de los fenómenos asociados a los femicidios más preocupantes, y por tanto desde el Observatorio hemos tratado de destacar en todos nuestros reportes la vulnerabilidad de este grupo humano y la falta de acciones concretas acometidas desde el Estado para lograr la protección integral de estos huérfanos, y muy especialmente, cuando éstos han presenciado la muerte violenta de sus madres, el suicidio posterior del padre, o han permanecido junto al cuerpo de la madre luego de asesinada.

Las regiones de Venezuela donde se registraron mayor incidencia de femicidios consumados son Miranda, con 4 casos; Yaracuy y Aragua, con 3 casos en cada uno; Guárico, Mérida y Nueva Esparta, con 2 casos en cada uno. Mientras que la mayor incidencia de femicidios frustrados aparece registrada para el estado Bolívar, con 2 casos.

Las tres regiones con mayores incidencias de acciones femicidas, sumando consumadas y tentadas, son Miranda, con 4 casos; Yaracuy y Aragua, con 3 casos en cada uno.

Sobre las víctimas

El 95,8% de las víctimas de femicidio consumado eran de nacionalidad venezolana. Hubo una víctima adolescente de 17 años. El 47,5% de las víctimas de los femicidios consumados en agosto estaban en edades comprendidas entre 31 y 60 años de edad. Dos de las víctimas de la tercera edad avanzada superaban los 85 años de edad.

Una niña menor de 5 años es sobreviviente de femicidio en grado de frustración. Otra sobreviviente es mayor de 80 años. Una víctima de femicidio frustrado estaba embarazada y tiene vínculos de pareja con el ofensor. Este utilizó como mecanismo de agresión a la víctima sus propias manos y pies, es decir golpes de puño y patadas.

La violencia contra las mujeres no cesa incluso durante el embarazo. La agresión es la continuación o intensificación de abusos anteriores, aunque en otros casos, pudiera también ocurrir que la violencia se inicie en el momento en que las mujeres quedan embarazadas.

Existen factores que se relacionan con este tipo de violencia, como antecedentes de violencia en la infancia de la mujer y pareja, consumo de alcohol por parte de la pareja, situación conyugal y nivel socioeconómico, entre otros. Pero para tener aproximaciones que permitan intervenciones culturalmente adecuadas para prevenir este tipo de agresiones es necesario la realización de diversos estudios en nuestro país.

En consecuencia, es una realidad poco explorada. ¿Son agredidas físicamente?, ¿son pateadas en el abdomen?, ¿el que golpea es el padre de la criatura?, ¿qué secuelas aparecen en los hijos después del nacimiento?, ¿han ocurridos abortos luego de las agresiones?, ¿luego del embarazo continuaron las violencias?, ¿hay presencia de alcohol y otras drogas en estos episodios?, ¿hay mayor incidencia en los casos de mujeres que viven en condiciones críticas? Siguen siendo respuestas sin concreción en estudios sociales adelantados desde el Estado.

Caracterización de los agresores

Para los femicidios consumados, el 87,5% de los agresores eran venezolanos. Un 4,2% de los casos presenta al agresor como funcionario policial activo. El 66,7% de los casos registrados no reseñan las edades de los agresores. El 41,7% de los agresores están en fuga. El 25% fue posteriormente aprehendido y 4,2% se entregó luego de los hechos.

De acuerdo a los registros, hubo 28 ofensores en los femicidios consumados. En cuatro casos los ofensores actuaron en dúo. En uno de los casos se hace referencia a la participación de una mujer junto al ofensor como coautora o cómplice en la violencia femicida. La aparente motivación surge en medio de disputas económicas. Hablar de disputas por cuestiones económicas hace difícil presumir si esta es la disputa originaria, o es parte de un continuo de violencia que desencadenó otra discusión y finalmente la mujer es asesinada.

El 100% de los agresores de femicidios frustrados son venezolanos. Las edades de los ofensores en los casos monitoreados en agosto de 2023 no marcaron tendencias relevantes. El 85,7% de los agresores de femicidios frustrados fueron aprehendidos con posterioridad a los hechos. Un agresor intentó suicidarse, pero no lo logró.

Vínculo relacional

En cuanto a la relación afectiva entre agresor y víctima para los femicidios consumados, en 29,2% de los casos no había ninguna relación. Para el 25% se trató de vínculos de parejas y ex parejas (con o sin convivencia bajo el mismo techo); y para el 12,5% de los casos se trata de miembros de la misma familia (padre, padrastro, hermano, hijo, hijastro, primo, etc.).

Al cruzar la categoría de análisis de relación afectiva entre víctima y agresor, con la categoría que explora la participación de mujeres como coautoras o cómplices en la violencia femicida, tenemos que, en un registro, una mujer actuó como cómplice en un caso donde la víctima y agresores son miembros de la misma familia.

Por otra parte, al vincular la relación afectiva entre víctima de femicidio consumado y el agresor, contra el tipo de arma o mecanismo de comisión del hecho delictivo, tenemos que en dos casos cuyo vinculo era de parejas, se usó arma de fuego y en otros 3 casos arma punzo penetrante.

El 71,4% de los casos de femicidios en grado de frustración presenta una relación entre víctima y agresor como miembros de la misma familia (el agresor es padre, padrastro, hermano, hijo, hijastro, primo, etc.). Otro 28,6% registra vínculos de parejas y ex parejas (con o sin convivencia bajo el mismo techo). El 77,4% de las víctimas de acciones femicidas conocía a sus agresores.

La violencia de género comenzó a tener visibilidad mediante el reconocimiento de la violencia intrafamiliar, debido a una valiosa lucha entablada por las mujeres durante décadas. La violencia de género en el ámbito privado cuenta con un respaldo jurídico y simbólico mucho más antiguo y consistente que la violencia que ocurre en el espacio público. Este contexto se refuerza por el hecho de que el imaginario social aún relaciona la violencia de género con los celos y a la “pasionalidad” despertada en el escenario de relaciones amorosas o, a la inversa, al rechazo a constituir o reanudar dichas relaciones1.

Motivación, modus operandi y contexto del femicidio

La motivación se especifica como curso inicial que conduce y sostiene comportamientos dirigidos a obtener una meta o a saciar una carencia o necesidad. En cuanto a la motivación aparente que subyace al femicidio consumado, tenemos que en el 16,7% de los casos hubo la participación de organizaciones criminales. El 8,3% ocurrieron en medio de aparente violencia obstétrica. Un 8,3% de los casos ocurrió en medio de un alegato de celos o infidelidad íntima. El 8,3% de las víctimas de femicidio consumado habían decidido separarse del ofensor.

Respecto a los alegatos de celos o infidelidad íntima, tenemos que los hombres agresores tienden a concebir y pensar en las mujeres bajo derechos masculinos sobre la sexualidad y la capacidad reproductiva de las mujeres.

En cuanto a las muertes en medio de violencia obstétrica, no es una tipificación concreta en nuestra legislación, pero al igual que un buen número de organizaciones de mujeres hemos decidido destacarlas, para visualizar una problemática que necesita de intervención directa del Estado. Y en este punto, seguimos a la socióloga venezolana Esther Pineda2, para quien “…es posible considerar como femicidio indirecto la muerte de una mujer como consecuencia de las acciones u omisiones del Estado, instituciones o personas, debido al menosprecio de su condición de mujer y a las concepciones, tradiciones y formas organizativas de una sociedad desigual; entre las que se pueden mencionar las muertes maternas atribuibles a partos en condiciones higiénicas inaceptables, la falta de asistencia médica o la violencia obstétrica…”.

En cuanto al ámbito de ocurrencia, el 54,2% de los femicidios consumados ocurrieron en la casa de habitación de la mujer; 12,5% en la casa ambos, es decir, víctima y victimario; por lo que el 66,7% de los casos ocurrieron en el hogar, lugar que se supone es el más seguro para las personas. El 12,5% de los casos ocurrieron en plena calle. Ocho de los casos ocurrieron en el ámbito público (plena calle, lugar desolado y centros de atención médica).

El espacio público ha significado para las mujeres un paradójico sentimiento de visibilidad e invisibilidad, en la medida en que son percibidas como cuerpos, siendo estos objetos de ultraje y, al mismo tiempo, invisibles como sujetos de derechos. La esfera pública, por tanto, lejos de ser un espacio de igualdad, se convierte en un espacio de incómoda visibilidad que aparece como sinónimo de amenaza, angustia y preocupación por su seguridad. Aún se sigue educando a las niñas y jóvenes a lidiar con el espacio público sobre la base del “temor del mundo que habita fuera de la casa”. Se trata de una violencia que denuncia la misoginia que se vive en la cotidianidad, una violencia a la cual están sujetas todas las mujeres por el simple hecho de serlo.

Mientras uno de los casos de femicidio frustrado tuvo como motivación aparente a la violencia física sistemática; otro caso surgió en medio de disputas por cuestiones económicas. En el 28,6% de los casos los medios de comunicación no reportan descripciones de los aparentes motivos de las acciones femicidas frustradas.

Dieciséis de los 24 femicidios consumados, y todos los femicidios frustrados, ocurrieron en el ámbito privado. Esto refiere a que cada 32 horas, en el mes de agosto de 2023, fue violentamente asesinada una mujer dentro de una casa de habitación.

Ello debería alentar al Estado a diseñar una investigación social con el propósito de identificar factores asociados a los índices de marginación, de desarrollo humano y de género por estado, así como algunas características de las víctimas. ¿Se trata de mujeres que viven en desventaja social (baja escolaridad, desempleadas, pobreza crítica, inseguridad alimentaria, etc.)?, ¿cómo es el reparto geográfico desde la estadística del Estado? Son interrogantes abiertas.

Denuncia previa y testigos presenciales

En ninguno de los casos, ni para femicidios consumados, ni para aquellos en grado de frustración, aparecen menciones de denuncias previas por violencia de género contra la misma víctima. Tampoco se hace referencia concreta a la presencia de testigos de los femicidios consumados ni frustrados en las reseñas periodísticas empleadas para la elaboración de este monitoreo.

Signos de violencia, causas de la muerte y presencia de armas

Respecto a signos de violencias en los casos de femicidios consumados, tenemos un caso de lesiones para genitales; otro caso de mutilación y otro cadáver dejado en la vía pública.

En el 33.3% de los casos explorados en los medios de comunicación se utilizó arma de fuego corta. En el 8,3% los femicidios presentan como mecanismo de comisión la utilización de propia mano y pies, dado que la muerte violenta se produce a consecuencia de puños y patadas. En el 37,5% la muerte violenta es producto de la utilización de arma blanca o punzo penetrante.

En el 42,9% de los casos de femicidio frustrado la muerte violenta es producto de la utilización de arma blanca o punzo penetrante. En el 28,6%, los femicidios frustrados presentan como mecanismo de comisión la utilización de propia mano y pies. En el 14,3% de los casos explorados en los medios de comunicación se utilizó arma de fuego corta.

En nuestro país, es necesaria la investigación social sobre la relación que existe entre las armas de fuego y los femicidios cometidos en nuestro territorio. Deberían considerarse las armas de fuego como factor relevante en políticas públicas desde una perspectiva de género, con miras a prevenir femicidios.

Valdría la pena explorar si el arma de fuego se usa aún más frecuentemente para amenazar a la víctima, siendo esta amenaza a menudo una señal predictora de un femicidio. Sobre todo por las políticas recientes en Venezuela donde el porte de armas de fuego se encuentra limitado al cumplimiento de los requisitos establecidos en el artículo 19 de la Ley para el Desarme y Control de Armas y Municiones. De allí que habría que indagar si aquellos que cometen femicidio mediante arma de fuego presentan a su vez un porte lícito de armas. Cualquiera que sea el sentido de la respuesta, en un verdadero estado de derecho, daría paso a radicales ajustes normativos.

Consulte el monitoreo de femicidios del mes de agosto


1 Martínez, C., Gutiérrez, Z., & Manuel, T. (2015). Mujer y crimen pasional: abordaje del fenómeno del crimen pasional desde una revisión documental. Bogotá: Universidad Santo Tomás.

2 Aproximaciones al femicidio gineco-obstétrico, Revista nuestrAmérica, vol. 10, núm. 19, e6028609, 2022, Enero-Junio Ediciones NuestrAmérica desde Abajo, Concepción, Chile.