La crisis venezolana ha ocupado un lugar destacado durante la 79° Asamblea General de las Naciones Unidas, donde líderes regionales e internacionales alzaron su voz en defensa de los derechos humanos y la democracia en Venezuela.
En este sentido, y específicamente durante la semana de alto nivel de la ONU, un momento clave para que los líderes regionales e internacionales, jefes de Estado y de Gobierno, ministros y otros representantes de alto nivel, se reúnan para debatir temas cruciales de la agenda global, los pronunciamientos en torno a la situación de Venezuela estuvieron presentes, y no solo destacaron la gravedad de la crisis multidimensional que atraviesa el país, sino que subrayaron la urgencia de una acción coordinada para la recuperación de las instituciones democráticas en el país, enviando un claro mensaje de que la comunidad internacional no permitirá que las sistemáticas y graves violaciones de los derechos humanos en Venezuela pasen desapercibidas.
En este escenario crucial, quedó claro que Venezuela necesita un liderazgo democrático regional que ejerza una diplomacia audaz y decisiva para frenar el deterioro de las libertades y la represión en el país.
Pronunciamientos contundentes por parte de la región
En la región, países como Chile, Paraguay, Uruguay, Perú, Argentina, Ecuador, Costa Rica, República Dominicana, El Salvador, Guatemala, Panamá y Estados Unidos mostraron su preocupación por la crisis en Venezuela, específicamente desarrollaron aspectos como la ilegitimidad del proceso electoral del pasado 28 de julio, el desconocimiento de los resultados de estas elecciones empañadas por severas irregularidades, diversos países condenaron las violaciones a los derechos humanos marcada por la persecución, la violencia política y la represión sistemática. Por su parte la crisis migratoria como un espejo de la crisis venezolana fue un tema que resaltó en las intervenciones, así como la necesidad de brindar apoyo a las personas refugiadas de Venezuela; y finalmente las intervenciones coincidieron en la necesidad de un liderazgo regional que apoye a las fuerzas democráticas y que actúe con firmeza en pro de la recuperación de las instituciones democráticas en el país.
Ha llegado el momento de que el liderazgo democrático regional ejerza una diplomacia decidida, alineándose con la lucha pacífica del pueblo venezolano por la democracia
A pesar de que la situación en Venezuela ha llamado la atención de la comunidad internacional, y que ha sido abordada en una fecha tan importante como la semana de alto nivel de la ONU, lo cual reconocemos como positivo, la fragilidad del liderazgo regional ha permitido que el gobierno venezolano mantenga y fortalezca su narrativa de injerencismo y victimización, es decir, la falta de cohesión de los principales líderes de la región ha sido utilizada por el gobierno de Venezuela para vincular a los actores democráticos con fines de desestabilización, injerencismo y agresión, desviando la atención de las violaciones sistemáticas a los derechos humanos que se mantienen y se agravan en el país.
En este sentido, países claves como Brasil y Colombia han adoptado posturas cautelosas y se han abstenido de hacer pronunciamientos contundentes, lo que ha debilitado la presión regional sobre Venezuela, entre ellos está la reiterada solicitud al Consejo Nacional Electoral de publicar las actas con los resultados electorales, un pedido que en estos momentos ya resulta inoportuno, considerando que luego de más de dos meses de la celebración de las elecciones, el plazo legal ha vencido y el CNE controlado por el poder Ejecutivo ha dejado claro su falta de intención en hacerlo.
Esta fragmentación es una clara señal de la necesidad de un frente regional coherente y solidario, que desarme esta narrativa y que evidencie que lejos de tratarse de interferencias externas se trata de un llamado legítimo y solidario de países preocupados por la estabilidad y los derechos humanos en Venezuela y la región.
Por su parte, la crisis venezolana no es un problema reciente, sino una situación de larga data que requiere soluciones sostenibles. Por ello, es esencial que el liderazgo regional no se limite a iniciativas puntuales, sino que desarrolle un compromiso a largo plazo centrado en la defensa de los derechos humanos.
Las violaciones de derechos humanos en cualquier país de la región representan una amenaza para la estabilidad y los valores democráticos. El silencio o la inacción en este momento crítico no solo perpetúan el sufrimiento de la población venezolana, sino que también envían un mensaje peligroso a otros regímenes autoritarios.
Entre tanto, un liderazgo regional unido no solo puede facilitar procesos de diálogo, hoy inviable por la polarización, sino también puede jugar un papel clave para consolidar una respuesta regional sólida que defienda los derechos humanos, facilite una transición democrática en Venezuela, y aborde la crisis humanitaria y migratoria de manera efectiva.
En ese sentido, un liderazgo sólido no es solo una cuestión de diplomacia, es una herramienta esencial para enfrentar la crisis como un desafío común que tenga como norte la defensa de los derechos humanos y la restauración de la democracia en Venezuela. Sin un liderazgo fuerte, la narrativa del gobierno venezolano seguirá ganando fuerza, perpetuando la crisis venezolana pero también afectando la estabilidad de la región.