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¿Por qué exigir derechos a través del arte?

¿Por qué exigir derechos a través del arte? El arte es una excelente herramienta educativa, y se ha convertido en un medio de difusión, en una vía para generar empatía, para que nos identifiquemos con realidades, quizás lejanas a las nuestras, pero que al conocerlas podemos comprometernos con cambiarlas.

Para Pablo Picasso “la pintura no puede detener una bala, pero puede detener que una bala sea disparada”. Y es que al reflexionar sobre las historias que se cuentan a través del arte nos sensibilizamos, comprendemos mejor otros entornos y contextos.

Como sucede con el cuadro Guernica del mismo Picasso. Quienes lo observan pueden o no conocer la historia de las dramáticas circunstancias que motivaron esta obra de arte. Pero sin duda se sentirán conmovidos por las imágenes, y probablemente indagarán sobre los bombardeos efectuados por la aviación alemana sobre la villa vasca del mismo nombre. Y terminarán haciendo sus propias reflexiones sobre el horror de la guerra.

Al igual que al visitar el Monumento de la Paz en Hiroshima. El turista se sentirá atraído por conocer la historia de Sadako Sasaki al ver su estatua, y verá entonces los efectos devastadores que la bomba atómica dejó en los pobladores de esta ciudad japonesa.

Arte para la denuncia

El arte es una vía eficaz para denunciar violaciones a derechos humanos. Muchas personas dedicadas al arte han tomado el camino de la denuncia social y del activismo, convirtiéndose en agentes de cambio.

También el arte nos permite recuperar nuestra idiosincrasia, comprender quiénes somos como sociedad, y transformar las ciudades en un mejor escenario para vivir. Este es el caso de los murales de Wolfang Salazar, mejor conocido como Badsura. Él mismo señala que sus obras son «una expresión que trasforma la sociedad y no solo como un adorno». En las calles estos murales atrapan miradas, comunican ideas, les dan alas a los sueños, sentimientos y emociones de los observadores, reconectándolos con valores positivos y permitiéndonos recuperar la esperanza.

Esta fe en un futuro mejor también está presente en la letra de «Imagine». Con frases aparentemente sencillas, el músico John Lennon (1940 – 1980) hizo un llamado a no permitir que fronteras, religiones, o ambiciones, separen a las personas de lo verdaderamente esencial, la hermandad entre todos los seres humanos.

Otro ejemplo del uso del arte para conectar a las personas con una realidad determinada es la East Side Gallery, una galería al aire libre compuesta por obras pintadas sobre los restos del Muro de Berlín.  Además de este espacio, cada segmento que se conserva del Muro nos recuerda un momento ominoso de la humanidad y cómo decenas de berlineses que intentaron cruzar el llamado muro de la infamia, murieron en el intento.

La denuncia también está presente en las páginas escritas por Rómulo Gallegos. El escritor reflejó las pasiones y conflictos que viven sus personajes para no dejarse doblegar por las prácticas del autoritarismo y la arbitrariedad.

Palabras inspiradoras

Otro ejemplo de la palabra como inspiración está en el discurso «Yo tengo un sueño» de Martin Luther King: «No debemos permitir que nuestra protesta creativa degenere en violencia física. Una y otra vez debemos elevarnos a las majestuosas alturas de la resistencia a la fuerza física con la fuerza del alma». La riqueza de las palabras pronunciadas por el reverendo King siguen inspirando a las nuevas generaciones de personas defensoras de derechos humanos y a artistas de todo el mundo, que plasman las ideas del activista por los derechos civiles en murales y canciones.

El discurso pronunciado por Malala Yousafzai al recibir el Premio Nobel de la Paz en diciembre de 2014 es otro ejemplo de la palabra hablada usada para la denuncia social. En un brillante alegato a favor de la educación de las mujeres, Malala establece en su discurso un hilo conductor entre su historia personal, la situación en su país, y los sueños para el futuro: «…soy sólo una persona comprometida y testaruda que quiere ver cómo todos los niños reciben educación de calidad, que quiere igualdad de derechos para las mujeres y que quiere paz en todos los rincones del mundo».

Y el arte además puede transformar objetos cotidianos en símbolos de paz. Los colores de la bandera LGBT se ha convertido en un símbolo universal de una comunidad que lucha por el respeto, la inclusión y la plena realización de sus derechos en condición de igualdad ante la ley.

Mensajes que no pierden vigencia

El humor también ha sido tradicionalmente usado para la crítica social y para la exigencia de derechos. El discurso humorístico critica la realidad sin que lo denunciado pierda seriedad ni gravedad. Ejemplo de ello fue el uso de la sátira en «El Gran Dictador», donde Charles Chaplin hizo una crítica directa a Hitler, el nacionalismo y la supuesta  supremacía de la raza aria sobre el resto de la humanidad. La efectividad del mensaje que expuso el director y actor estaba basada en la parodia y exageración del estilo discursivo de Hitler.

Un mensaje que no ha perdido vigencia en la exigencia de derechos civiles es el de Mahatma Gandhi. A lo largo de los años demostró una clara estrategia de exigencia de derechos que contaba con el compromiso colectivo como una de sus tácticas principales. Una lucha basada en el fortalecimiento de la determinación interna para alcanzar el objetivo y la no violencia como guía de todas las acciones.

Ese fortalecimiento de la determinación interna y la libertad que tenemos todos los seres humanos de elegir cómo actuar, escogiendo entre ser portadores de sueños o destructores de esperanzas, lo plasmó la escritora nicaragüense Gioconda Belli en su poema «Los portadores de sueños».

El poder de la emoción

En la actualidad la promoción de los derechos humanos enfrenta grandes desafíos. Uno de los principales sigue siendo lograr llegar con los mensajes a muchas más personas. en un mundo agobiado por la inmediatez y lo efímero de los nuevos formatos. La integración de propuestas innovadoras se hace cada vez más necesaria.

En tal sentido, el arte de escribir, el humor, la pintura, la danza, las representaciones teatrales, entre otras manifestaciones artísticas, enriquecen las estrategias de educación en derechos humanos. Le suman el poder de la emoción, la riqueza visual y el alcance de la palabra. Además la empatía, las historias contadas desde la visión de las víctimas contribuyen a no olvidar, a exigir justicia. En definitiva, a luchar sin descanso por alcanzar sociedades más pacíficas y respetuosas de los derechos humanos, en las que valores como la tolerancia y la no discriminación prevalezcan.