Majestades, miembros distinguidos del Comité Noruego para el Nobel, queridos hermanos y hermanas, hoy es un día de gran alegría para mí. Con humildad recibo este hermoso premio que el Comité para el Nobel me ha otorgado.
Gracias a todos por vuestro continuo apoyo y amor. Gracias por las cartas y postales que sigo recibiendo de todos los rincones el mundo. Vuestro cariño y vuestros ánimos me fortalecen y me inspiran.
Quiero agradecer a mis padres su amor incondicional. Gracias, padre, por no sujetar mis alas, por dejarme volar. Gracias, madre, por enseñarme a ser paciente y a decir siempre la verdad, lo que creemos firmemente que es el mensaje del Islam.
Estoy muy orgullosa de ser la primera Pastún, la primera pakistaní y la primera joven que recibe este premio. Estoy segura de que soy también la primera receptora del Premio Nobel de la Paz que sigue luchando junto con sus hermanos jóvenes. Quiero la paz para todo el mundo, y mis hermanos y yo seguimos trabajando en ello.
También me siento honrada por recibir este galardón con Kailash Satyarti, que ha sido un campeón de los derechos de los niños durante mucho tiempo. De hecho, desde mucho antes de venir yo al mundo. Estoy contenta de que podamos estar juntos y demostrar al mundo que un indio y una pakistaní pueden estar unidos en paz y trabajar juntos por los derechos de los niños.
Queridos hermanos y hermanas, llevo el nombre de la maravillosa Juana de Arco Pastún, Malalai de Maiwand. La palabra Malala significa “inmersa en la pena”, “triste”, pero para darle cierta alegría, mi abuelo siempre me llama Malala la joven más feliz del mundo. Hoy soy muy feliz porque estamos juntos por una causa importante.
Este premio no es sólo para mí. Es para esos niños olvidados que quieren educación. Es para esos niños asustados que quieren paz. Es para esos niños sin voz que quieren cambio. Estoy aquí para defender sus derechos, para hacer oír su voz…no es tiempo de compadecerles.
Es tiempo de actuar para que esta sea la última vez que veamos a un niño privado de educación. La gente habla de mí de diferentes maneras.
Algunos me conocen cono la niña a la que dispararon los Talibán. Otros, la joven que lucha por sus derechos. Hay quien me llama ahora la “Laureada con el Nobel”.
Pero lo único que sé es que soy sólo una persona comprometida y testaruda que quiere ver cómo todos los niños reciben educación de calidad, que quiere igualdad de derechos para las mujeres y que quiere paz en todos los rincones del mundo.
La educación es una de las bendiciones de la vida y una de sus necesidades. Esta ha sido mi experiencia durante mis 17 años de vida. En mi hogar, en Swat Valley al norte de Pakistán, siempre me ha gustado la escuela y aprender cosas nuevas. Recuerdo cómo mis amigas y yo decorábamos nuestras manos con henna en ocasiones especiales. En lugar de dibujar flores o diseños, pintábamos nuestras manos con fórmulas matemáticas y ecuaciones. Teníamos sed de educación porque nuestro futuro estaba allí, en aquella aula. Allí nos sentábamos y leíamos y aprendíamos juntas. Nos gustaban nuestros uniformes limpios y arreglados y nos sentábamos allí con los ojos llenos de grandes sueños. Queríamos que nuestros padres se sintieran orgullosos y demostrar que podíamos destacar en el estudio y alcanzar cosas que algunos piensan que sólo pueden alcanzar los chicos.
Pero las cosas cambiaron. Cuando tenía 10 años, Swat, que era un precioso lugar turístico, se convirtió de repente en un nido de terrorismo. Más de 400 escuelas fueron destruidas. Se prohibió que las niñas fueran a la escuela. Las mujeres recibían palizas. Se mataba a personas inocentes. Todos sufríamos. Y nuestros sueños maravillosos se convirtieron en pesadillas.
La educación pasó de ser un derecho a ser un delito.
Al cambiar de repente mi mundo, cambiaron también mis prioridades.
Tenía dos opciones. Una era callarme y esperar a que me matasen. La otra hablar alto y que me matasen entonces. Elegí la segunda opción. Decidí hablar alto.
Los terroristas trataron de detenernos y nos atacaron a mí y a mis amigas el 9 de octubre de 2012 pero sus balas no pudieron vencernos.
Sobrevivimos. Y desde aquel día nuestras voces no han hecho más que crecer.
Cuento mi historia no porque sea única, sino porque no lo es.
Es la historia de muchas niñas.
Hoy, cuento también sus historias. He traído conmigo a Oslo a algunas de mis hermanas que comparten esta historia, amigas de Pakistán, Nigeria y Siria. Mis valientes hermanas Shazia y Kainat Riaz a las que también dispararon aquel día en Swat. Ellas también han superado un trauma trágico. También mi hermana Kainat Somro de Pakistán, que ha sufrido extrema violencia e insultos. Incluso mataron a su hermano, pero ella no ha sucumbido.
Y me acompañan jóvenes que conocí durante mi campaña Malala Fund, que son ahora como mis hermanas. Mezon, mi valiente hermana siria, de 16 años. Ella vive ahora en Jordania, en un campo de refugiados y va de tienda en tienda ayudando a aprender a niñas y niños. Y mi hermana Amina, del Norte de Nigeria, donde Boko Haram amenaza y secuestra niñas simplemente por querer ir a la escuela.
Aunque me presento aquí como una jovencita, una persona que mide 5 pies y 2 pulgadas- si se incluyen mis tacones altos-, no soy solamente una voz. Soy muchas voces.
Soy Shazia.
Soy Kainat Riaz.
Soy Kainat Somro.
Soy Mezon
Soy Amina. Soy esos 66 millones de niñas que no van a la escuela.
A la gente le gusta preguntarme por qué la educación es importante, especialmente para las niñas. Mi respuesta es siempre la misma.
Lo que he aprendido de los primeros dos capítulos del Corán es la palabra Iqra, que significa “lee”, y la palabra wal-qalam, que significa “con la pluma”.
Por eso, como dije el año pasado en Naciones Unidas, “Un niño, un maestro, una pluma y un libro, pueden cambiar el mundo”
Hoy, en medio mundo, se ve un progreso rápido, modernización y desarrollo. Pero hay países donde millones de personas siguen sufriendo los problemas de siempre: hambre, pobreza, injusticia y conflictos.
Se nos recuerda que el 2014 es el centenario de la Primera Guerra Mundial, pero aún no hemos aprendido las lecciones que se derivan de la pérdida de esos millones de vidas hace 100 años.
Todavía hay conflictos en los que cientos de miles de inocentes pierden la vida. En Siria, Gaza e Irak muchas familias se han convertido en refugiados. Todavía hay niñas que no son libres para ir a la escuela en el norte de Nigeria. En Pakistán y Afganistán vemos cómo se mata a gente inocente en ataques suicidas o con bombas.
Muchos niños en África no tienen acceso a la escuela a causa de su pobreza.
Muchos niños en India y Pakistán no tienen derecho a la educación a causa de tabúes sociales, o se les obliga a realizar trabajo infantil y se les obliga a las niñas a casarse.
Una de mis mejores amigas de la escuela, de mi misma edad, ha sido siempre una chica audaz y segura de sí misma y soñaba con ser médico. Pero su sueño se quedó en sueño. Cuando tenía 12 años se le obligó a casarse y tuvo enseguida un niño, a una edad en que ella misma era aún una niña –tenía sólo 14 años. Estoy segura de que mi amiga habría sido una médico excelente.
Pero no pudo ser…porque era niña.
Su historia es el motivo por el que dedico el dinero del Premio Nobel a Malala Fund, para ayudar a ofrecer a todas las niñas una educación de calidad y para pedir a los líderes que ayuden a niñas como yo, como Mezun y como Amina. El primer sitio a dónde irán a parar estos fondos es allí donde está mi corazón, a la construcción de escuelas en Pakistan, especialmente en mi hogar de Swat y Shangla.
En mi aldea no existe aún escuela de secundaria para chicas. Quiero construir una, para que mis amigas puedan recibir educación y la oportunidad de hacer realidad sus sueños.
Es allí donde quiero empezar, pero no quiero pararme allí. Quiero continuar esta lucha hasta ver que todos los niños están en la escuela. Me siento mucho más fuerte después del ataque que sufrí porque ahora sé que nadie puede detenerme o detenernos, porque ahora somos millones los que resistimos juntos.
Queridos hermanos y hermanas, grandes personas que han traído cambios, como Martín Lutero King y Nelson Mandela, Madre Teresa y Aung San Suu Kyi, estuvieron también aquí, en este escenario. Espero que los pasos que Kailash Satyarti y yo hemos dado hasta ahora y los que daremos en este viaje traigan consigo un cambio. Un cambio duradero.
Mi gran esperanza es que sea esta la última vez que tengamos que luchar por la educación de nuestros niños. Queremos que todos se unan para apoyarnos en nuestra campaña, para que podamos resolver esto de una vez por todas.
Como dije, hemos dado ya muchos pasos en la dirección correcta. Ahora es el momento de
dar un salto.
No es momento de decir a los líderes que comprueben lo importante que es la educación. Ellos ya lo saben: sus hijos estudian en buenos colegios. Es momento de llamarles a la acción.
Pedimos a los líderes mundiales que se unan y hagan de la educación su prioridad más importante.
Hace 15 años, los líderes mundiales decidieron acerca de una serie de objetivos globales, los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Durante los años siguientes hemos visto algún progreso. El número de niños excluidos de la escuela se ha reducido a la mitad. Sin embargo, el mundo se ha centrado sólo en expandir la educación primaria y el progreso no ha alcanzado a todos.
El año próximo, el 2015, representantes de todo el mundo se reunirán en Naciones Unidas para decidir sobre el próximo paquete de medidas: los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Con esto se establecerán una serie de objetivos ambiciosos para las generaciones venideras. Los líderes deben aprovechar esta oportunidad para garantizar una educación gratuita y de calidad, primaria y secundaria, para todos los niños.
Algunos dirán que esto no es práctico, o que es muy caro, o muy duro. O, incluso, imposible. Pero ha llegado el momento de que el mundo piense en grande.
Queridos hermanos y hermanas, el llamado mundo de los adultos puede entender esto, pero nosotros, los niños, no lo entendemos. ¿Por qué razón países que llamamos “poderosos” tienen tanto poder para crear guerras y son tan débiles para traer la paz? ¿Por qué razón dar fusiles es tan fácil y dar libros es tan duro? ¿Y por qué razón es tan fácil fabricar tanques y tan difícil construir escuelas?
Vivimos una edad moderna, el siglo XXI, y todos creemos que nada es imposible. Podemos llegar a la luna y pronto aterrizaremos en Marte. Por lo tanto, en este siglo XXI debemos tomar la determinación de que nuestro sueño de una educación de calidad para todos se convierta en realidad.
Llevemos igualdad, justicia y paz a todos. No son sólo los políticos y los líderes mundiales, todos necesitamos contribuir. Yo. Tú. Es nuestro deber.
Así que tenemos que trabajar…y no esperar.
Mi llamada se dirige a todos los niños del mundo.
Queridas hermanas y hermanos, seamos la primera generación que decida ser la última. Las aulas vacías, la infancia perdida, el potencial desperdiciado, haced que estas cosas se acaben con nosotros.
Que sea la última vez que un niño o una niña pase su niñez en una fábrica.
Que sea la última vez que una niña se vea forzada a un matrimonio temprano.
Que sea la última vez que un niño inocente pierda la vida en una guerra.
Que sea la última vez que un aula se quede vacía.
Que sea la última vez que se le diga a una niña que la educación es un delito y no un derecho
Que sea la última vez que un niño se quede fuera de la escuela.
Que empecemos este final.
Que esto se termine con nosotros.
Y que construyamos un futuro mejor aquí y ahora.
Gracias.