Venezuela está signada hoy por una emergencia humanitaria compleja, producto del desmantelamiento progresivo del estado de derecho, la falta de acceso a la justicia, la gran corrupción, el conflicto político y la represión estatal, que desembocaron en 2016 en una devastadora caída en las capacidades económicas y de protección de los derechos sociales, culturales y ambientales en Venezuela, generando como consecuencias inevitables privaciones en los derechos a la salud, la alimentación, la educación, los medios de vida, la seguridad y el acceso a servicios básicos, así como la migración forzosa de más del 15% de la población.
Todos estos hechos están documentados y han sido la base no solo para la denuncia y la alimentación de informes de órganos de derechos humanos y otros espacios de incidencia; también constituyen la razón de ser de un permanente esfuerzo de reflexión, análisis y acción para darles solución, en lo político-institucional y económico, así como respecto de la crisis de derechos humanos, la emergencia humanitaria y la situación de personas migrantes y refugiadas. Una labor adicional ha sido dar cuenta de los efectos diferenciados de este contexto sobre las mujeres y la necesidad de respuestas específicas, siempre con su participación.
Si todo este complejo proceso ha tenido un protagonismo notable y notorio, ha sido precisamente el de las mujeres venezolanas y un número importante de sus pares del ámbito internacional. Consciente de que dejaré muchos nombres fuera, creo que un breve recorrido por sus aportes actuales y los que estoy seguro harán, vale la pena.
Una agenda para la transición y la reconstrucción en Venezuela necesitará de Claudia Nikken, Laura Louza y Andrea Santa Cruz, con sus conocimientos sobre los temas constitucionales y del sistema de justicia; de Carolina Girón de Prado, para avanzar el reordenamiento del sistema penitenciario. Puentes con sectores que no pueden ser excluidos en estos procesos tienen en Verónica Zubillaga e Indira Urbaneja, a mujeres necesarias, como son necesarias hoy y harán siempre falta las que enfrentan todo tipo de riesgos en el ejercicio de la política nacional, como Manuela Bolívar y Delsa Solórzano, y quienes acompañan sus acciones en los ámbitos de acción internacional, incluso desde el exilio forzado, como Adriana D´Elía.
Cada vez que la escucho, aprendo de Tamara Herrera y su manejo de la economía, de la grave situación actual y de las políticas que harían falta para superarla.
Cualquier esfuerzo contra la corrupción, raíz de muchos de nuestras severas dificultades, debe contar con Merchy De Freitas y su acción sin descanso para documentarla, denunciarla y prevenirla.
La mayoría de los programas humanitarios de alcance nacional actualmente tienen al frente a mujeres, como Janeth Márquez, de Cáritas; Diana Vegas, del Grupo Social Cesap; Sohely Subero, de AVESSOC; o Carolina Oteyza y la red de Meals for Hope.
Si se necesita experiencia en alimentación y nutrición, temas de urgente atención, quizá los más graves en el ámbito humanitario, Maritza Landaeta, de Fundación Bengoa, Marienalla Herrera, del OVS, y Susana Raffalli, asesora de Cáritas, tienen la que hace falta.
Si se trata de infancia y salud, Gretna Halabi, Katherine Martínez y las especialistas de la red de lactancia, no pueden faltar.
La experiencia en educación es vasta: Nancy Hernández, Lila Vega, Luisa Pernalete, Olga Ramos, Adelba Tafin, han hecho aportes clave y deben ser parte de la agenda, como también Mayda Hocevar en el ámbito de la libertad académica.
Las mujeres con cáncer de mamas, las personas con hemofilia, tienen en Luisa Rodríguez y en Antonia Luque a férreas defensoras de sus derechos y los de las personas con necesidades en salud en general.
En fin, defensoras de derechos humanos, jóvenes, muy jóvenes, como Daniela Guerra y Natasha Saturno, y no tan jóvenes, en las capitales y en las ciudades más pequeñas, en sectores de bajos recursos, en lugares donde la violencia era la norma y las mujeres se organizaron para erradicarla, como en Catuche, mujeres que documentan la situación de poblaciones indígenas y trabajan con ellas para movilizar los recursos e insumos que les hacen falta, como Mariapia Bevilacqua.
Las mujeres que han sido víctimas de violaciones de derechos humanos, de tortura, violencia sexual, o cuyos hijos o parejas han sido asesinados, como Elvira Pernalete, con su dignidad, su valentía, su perseverancia, harán falta para cualquier proceso de verdad, justicia y reparación.
Defensoras de los derechos de las mujeres, de manera muy específica, como Luisa Kislinger, Magdymar León, Estefanía Mendoza, Lisseth Mogollón, Isolda Heredia, o Quiteria Franco respecto de los derechos de las lesbianas, y Tamara Adrián de los de las mujeres trans, son imprescindibles.
Las que se han visto forzadas a migrar y enfrentan todo tipo de riesgos, amenazas a su vida y la de sus hijos, tienen en personas como Ligia Bolívar a una defensora implacable, emplazando a gobiernos y agencias de Naciones Unidas a reconocerlas con plenitud de derechos.
Todo este proceso necesita además la mirada estratégica, de mediano y largo plazo, la capacidad de coordinar esfuerzos con actores diversos y en todo tipo de espacios, de propiciar negociación y acuerdos, la interpelación a decisores nacionales e internacionales, y para ello contamos con Bibi Borges, Mariela Ramírez, Griselda Colina, Débora Van Berkel, Inés Quintero, Colette Capriles, Keta Stephany, Maryhen Jiménez, acompañadas de extraordinarias periodistas como Luz Mely Reyes y Yaya Andueza.
Tenemos finalmente, en mujeres venezolanas y en colegas de diversos países, aliadas fundamentales para avanzar en un camino de salida del conflicto político que tanto daño sigue haciendo a la población venezolana y a las personas que se han visto forzadas a migrar: Selene Soto, María Corina “Maco” Muskus, Elisabeth Pramendorfer, Eleanor Openshaw, Erika Guevara Rosas, Valentina Ballesta, Tamara Taraciuk y Carolina Villadiego.
Y el momento coincide con la presencia significativa también de mujeres que pueden jugar papeles de vital importancia para el futuro próximo de nuestro país, en ámbitos políticos y de derechos humanos, como Michelle Bachelet, Alta Comisionada, Marta Valiñas, presidenta del grupo de personas expertas de la Misión de Determinación de Hechos, o Arancha González Laya, Ministra de Exteriores de España.
En fin, no sería comprensible ningún plan de acción frente a los retos político-institucionales, económicos, de derechos humanos y humanitarios actuales, o para un proceso de transición en Venezuela, sin la participación de pleno derecho, protagónica, de conducción y liderazgo, de las mujeres.