Los niños, niñas y adolescentes (NNA) son víctimas colaterales de los femicidios que se cometen contra mujeres madres. Son víctimas que han sido invisibles frente a este delito pero que requieren especial atención. El femicidio debe ser analizado desde la perspectiva de la pérdida de la vida de una mujer por el hecho de ser mujer, pero también requiere que se tomen en cuenta las consecuencias que eso conlleva para sus hijos.
De los monitoreos de femicidios que realizamos, traemos en esta oportunidad cifras alarmantes. En el primer cuatrimestre del año 2020, 21 niños y niñas quedaron huérfanos y en el segundo cuatrimestre 10 niños y niñas quedaron huérfanos. En otras palabras, desde enero hasta junio 2020 al menos 31 niños y niñas venezolanos han quedado huérfanos como consecuencia de la muerte de su madre en manos de un agresor.
Este registro nos permite descubrir la vulnerabilidad de los NNA ante la dinámica de violencia contra las mujeres. ¿En dónde están? ¿Con quién están? ¿En qué situación legal se encuentran? ¿Han recibido atención? Son preguntas que aun no tenemos la posibilidad de contestar y que merecen ser atendidas.
Este grupo de niños menores, que dependen de una figura adulta, han perdido a su madre de manera violenta, en algunos casos incluso han sido testigos de este atroz delito o de la violencia previa, y además cuando el femicidio se comete en manos del padre o el padrastro del niño, también pierden a su otra figura parental, pues en muchos casos el agresor se suicida luego de cometer el delito, en otras ocasiones huye, es detenido, u ocurre cualquier otra circunstancia que implica la separación del padre con el hijo o la hija.
Esta crítica situación requiere de análisis y atención especializada por parte del Estado para proteger a los NNA víctimas del femicidio de su madre. Los NNA que han quedado huérfanos necesitan de una persona adulta que asuma su cuidado, por lo general suele ser algún miembro de la familia, sin embargo es necesario que el proceso se lleve a cabo con las formalidades que establece la ley, que la misma sea registrada y monitoreada, y que la decisión respecto a la patria potestad a cargo de la familia, de un tercero o su ingreso al sistema de adopción, sea siempre garantizando el interés superior del NNA.
No podemos dejar de lado que hay una afectación psicológica profunda detrás del femicidio entre los hijos e hijas, como puede ser el miedo, la depresión e incluso la violencia. La situación posterior de los NNA y el modo en el que estos reaccionarán ante el suceso en su vida adulta dependerá de la contención y apoyo psicológico que se les ofrezca después de ocurrido el femicidio.
En este sentido es necesario que la situación sea evaluada de forma comprensiva e íntegra. El Estado además de ejercer su función investigativa y punitiva frente al delito, también debe contemplar a los NNA como víctimas colaterales del delito, que se garantice programas de contención, apoyo directo, continuos y gratuitos, y además garantizar la protección y ejercicio de los derechos de los NNA.
Finalmente, desde el Centro de Justicia y Paz insistimos en la necesidad de abordar el femicidio desde los fenómenos asociados al mismo, no podemos dejar de lado el estado de vulnerabilidad en la que queda un niño, una niña o un adolescente luego de la pérdida de su madre en forma violenta. Esta situación debe ser parte del registro y monitoreo del delito de femicidio, y debe ser atendido con el establecimiento de mecanismos de protección y atención integral para los NNA.