En el sector Guamo Abajo de La Dolorita se realizó el primer módulo del taller de empoderamiento para mujeres. Las participantes tenían en promedio 20 años de edad.
Al inicio se les suministró una encuesta diagnóstica. Posteriormente se realizaron diversas dinámicas de trabajo para permitir que el grupo se compenetrara con la actividad.
Durante una de las actividades se debía identificar a una persona que tenga poder. La mayoría de las participantes expresaban situaciones donde el género del poderoso es una figura masculina como el presidente, un jefe; el padre, el esposo. Por sus comentarios es fácil advertir que lo asociaban a situaciones donde el poder era percibido como “abuso”.
Se realizaron las siguientes reflexiones: Las mujeres luchan contra el poder que las oprime; pero entendieron que el poder no es algo intrínsecamente malo, sino su mal uso.
Los grupos de mujeres feministas reconocieron que a las mujeres también les interesa el poder: Si partimos de reconocer que el poder es fundamental para transformar la realidad, no es posible que no nos interese.
Luego se revisaron algunos mitos establecidos por el patriarcado que señalan que las mujeres son más débiles, más incapaces, no están capacitadas para ciertas tareas y ciertos cargos y por eso deben ganar menos que los varones, incluso haciendo los mismos trabajos. Además llevan el peso de las tareas domésticas.
Las participantes reconocieron que el patriarcado les condiciona la vida profundamente. Que establece normas y procedimientos que regulan la sociedad, generando desigualdad entre varones y mujeres.
En Venezuela el patriarcado, se expresa en palabra machismo. Que es un discurso de desigualdad y discriminación que se basa en la creencia de que los machos son mejores que las mujeres; se expresa en actitudes y expresiones de prepotencia contra las mujeres, sólo por ser mujeres (no hay otra razón).
También se explicó el concepto de sororidad que es el fundamento basal del feminismo. Con la noción de sonoridad se posibilita la acción humana del amor y del respeto hacia ese grupo de personas que son injustamente discriminadas, reprimidas, oprimidas. Por el simple hecho de ser “mujeres” somos un grupo que se une y se apoya para reponerse a la adversidad y optar a la transformación interior, grupal y social. Sonoridad es una relación de amistad, de mutuo apoyo para alcanzar el empodermiento.
La finalidad de estos talleres de empoderamiento es que a medida que se consolidan, los grupos de mujeres comiencen a reivindicar el acceso a recursos y servicios colectivos. Traten de influenciar sobre los legisladores para que cambien leyes. Aprendan a negociar con otros actores sociales y administraciones públicas y, en ocasiones, lleguen a crear servicios alternativos (guarderías, escuelas de adultas, centros de atención a mujeres víctimas de violencia, sistemas cooperativos de ahorro y crédito) que mejoran sus condiciones de vida.
Mediante estos procesos las mujeres ponen las bases para conquistar nuevos derechos, controlar recursos valiosos (incluidos sus propios cuerpos) y participar igualitariamente en las decisiones de la familia y la comunidad.