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Una memoria más inclusiva requiere la dimensión de género en el análisis de la represión en Venezuela

En el marco de la persecución post-electoral en Venezuela, identificada por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) como “terrorismo de Estado”, las historias de represión suelen enfocarse en las víctimas directas: personas arbitrariamente detenidas, desaparecidas o sometidas a torturas, pero ¿qué pasa con las mujeres familiares de estas víctimas?

Existe una dimensión igualmente devastadora que a menudo queda en la penumbra, la de las mujeres familiares de las víctimas. Estas madres, esposas y hermanas no solo sufren la separación y la incertidumbre sobre el destino de sus seres queridos, sino que también enfrentan la criminalización por su lucha en la búsqueda de justicia y verdad. Así, las experiencias de las mujeres se enmarcan en una compleja intersección de opresión de género, violencia estatal-institucional y violaciones de derechos humanos. 

En primer lugar, durante el proceso de persecución, detención, secuestro, desaparición y otros actos atroces contra sus familiares, las mujeres no solo se encuentran presentes sino que también son objeto de maltratos físicos y verbales, incluyendo las violencias basadas en el género, por parte de las fuerzas de seguridad del Estado. Aún más, a menudo, estos actos son presenciados también por niños, niñas y adolescentes, lo que agrava el trauma familiar.

Así pues, durante los allanamientos y detenciones de sus familiares, es común que las mujeres sean objeto de insultos sexistas, maltratos físicos y violencia sexual. Esta forma de violencia no es casual, sino una herramienta de represión que tiene como objetivo intimidarlas y quebrar su resistencia. Estas agresiones, además, no se limitan al momento de la detención, pues continúan a lo largo del proceso, exacerbando el trauma que estas mujeres y sus familias ya experimentan.

De acuerdo con el último informe presentado por la Misión Independiente de Determinación de los Hechos, las mujeres son particularmente vulnerables en el momento de visitar a sus familiares detenidos. Así pues, la Misión documentó casos de desnudez forzada, requisas invasivas y extorsión de funcionarios que exigen favores sexuales a cambio de mejorar las condiciones de detención de su familiar.

 La persecución política tiene un impacto devastador en la vida de las mujeres

Además del impacto emocional y la violencia que sufren las mujeres en este contexto, el encarcelamiento de un familiar por razones políticas transforma radicalmente la vida de estas mujeres.

Desde el Centro de Justicia y Paz (Cepaz), hemos tenido la oportunidad de conversar y conocer los testimonios desgarradores de madres, hermanas y esposas que viven una angustia diaria tras la detención arbitraria de sus seres queridos en Venezuela. Estas mujeres, a quienes por razones de seguridad mantenemos en anonimato, comparten el dolor de buscar desesperadamente a su familiar, muchos de ellos adolescentes o personas con discapacidad y necesidades particulares, relatan cómo son trasladados a cárceles desconocidas y enfrentan obstáculos inhumanos para visitarlos. La arbitrariedad en las exigencias para verlos, como cumplir con requisitos de vestimenta, o los pagos extorsivos a funcionarios, no solo profundiza su sufrimiento, sino que las deja en una situación de vulnerabilidad extrema.

Así pues, las mujeres familiares de las personas detenidas, deben asumir la responsabilidad económica y de cuidado, tareas que se feminizan aún más en un contexto de crisis. Las dinámicas dentro del hogar cambian drásticamente, especialmente en los sectores más empobrecidos del país, donde los recursos escasean y las familias deben enfrentarse a la realidad de asumir mayores gastos con menos ingresos. Es decir, que las mujeres deben encargarse de los hijos, del hogar y, al mismo tiempo, buscar los recursos necesarios para asegurar las visitas y supervivencia del familiar detenido; y es que las visitas a las unidades carcelarias -muchas veces alejadas de sus viviendas- aunado a la extorsión por parte de las fuerzas de seguridad, que se han venido denunciando y que implican sumas importantes de dinero para que su familiar reciba alimentos, medicamentos e incluso agua; definitivamente tienen un impacto devastador en la vida de estas mujeres.

Esta situación refleja una cruda realidad, las mujeres no solo son cuidadoras dentro del hogar, sino que sus roles de cuidado también se extienden a las prisiones. Este sacrificio, sin embargo, rara vez es reconocido. A las mujeres familiares de las personas detenidas frecuentemente se les niega el estatus de víctimas, aunque enfrentan este impacto diferenciado, aunado al acoso, intimidación y criminalización por su relación con los perseguidos.

En definitiva, su sufrimiento se diluye en una narrativa que ignora el impacto emocional, económico y social que recae sobre ellas.

Un futuro en el que el dolor de estas mujeres no quede silenciado

Para garantizar una justicia plena y una reconstrucción de la memoria histórica en Venezuela, es esencial reconocer las experiencias de las mujeres familiares de las personas perseguidas políticamente. Ignorar este sufrimiento perpetúa una visión parcial de la represión y excluye voces que son fundamentales para una comprensión amplia y adecuada de este periodo oscuro de al menos diez años de represión. Relegar a las mujeres víctimas conduce a un sentimiento de aislamiento y olvido en el que estas mujeres seguirán sin encontrar un espacio para su dolor y para la justicia.

Por ello, darles voz permitirá una reconstrucción más inclusiva y plural de la memoria histórica, y garantizará que el sufrimiento, la lucha y la resistencia de estas mujeres no sean olvidados, sino reconocidos como una parte crucial de la lucha por la verdad y la justicia en Venezuela. Solo entonces podremos construir un futuro en el que todas las voces sean escuchadas.

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